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Javier Armentia | Planetario de Pamplona

Recientemente se ha anunciado el descubrimiento del cuerpo más grande del Sistema Solar desde 1930, un objeto situado en el Cinturón de Kuiper y de tamaño poco menor a Plutón. ¿Estamos a las puertas de descubrir uno o más plutones? ¿Conservará Plutón su estatus de planeta mayor?



En 1930, el astrónomo norteamericano Clyde Tombaugh, que trabajaba en el Observatorio Lowell en Flagstaff, Arizona (EEUU), localizaba un nuevo planeta del Sistema Solar. El cuerpo, que recibiría finalmente el nombre de Plutón, había sido buscado afanosamente por muchos astrónomos, especialmente desde 1905, cuando Percival Lowell, el dueño y constructor del observatorio de Flagstaff, calculó su posición en el cielo, estudiando las variaciones periódicas de la órbita de Neptuno. Era un método impreciso, porque los cálculos, revisados una y otra vez, predecían siempre unas coordenadas en las que, observando cuidadosamente, no aparecía ese esperado planeta X, como se le llamaba. De hecho, pasaron casi 25 años hasta conseguir encontrarlo, y además, resultó ser un cuerpo anómalo: era más pequeño que los otros planetas de la zona exterior del sistema solar, su órbita era más excéntrica y alejada del plano de la eclíptica, por donde, sin alejarse mucho, orbitan todos los demás planetas, y además parecía ser rocoso, mientras que los planetas exteriores (desde Júpiter hasta Neptuno) son más bien enormes bolas de gas.

El estudio de la órbita del nuevo planeta permitió comprobar pronto que las anomalías en las órbitas de Urano (que habían permitido calcular la existencia de Neptuno y encontrarlo en 1846) y del propio Neptuno no se explicaban bien por Plutón. ¿Habría otro planeta transplutoniano? Lo cierto es que siendo Plutón extraño (comparado con los otros planetas) bien podrían existir otros cuerpos similares a Plutón, pequeños planetas y otros cuerpos similares a los cometas, restos del material que formó hace unos 4.500 millones de años el Sistema Solar. En 1939, el astrónomo irlandés Kenneth Essex Edgeworth había predicho algo así, aunque fue en 1950 cuando el holandés Jan Hendrik Oort propuso un escenario completo sobre la existencia no de un nuevo planeta, sino de cientos de millones de cuerpos que orbitan en torno al Sol a grandes distancias de nuestra estrella, en torno a 50.000 veces la distancia que separa a nuestro planeta de ella (que es de unos 150 millones de kilómetros, la llamada unidad astronómica).

Esos objetos de la Nube de Oort (como se conoce a esa zona del Sistema Solar), conglomerados de hielo y roca, pueden a veces caer hacia el Sol, en órbitas muy excéntricas. Cuando se acercan al interior, la luz solar es capaz de convertir esos hielos (principalmente agua, dióxido de carbono y metano) en gas, formando una envoltura que rodea el núcleo helado. En esa atmósfera, aparece también polvo disgregado del núcleo rocoso. El viento solar, las partículas que escapan de la corona del Sol, barre parte de ese gas y polvo y forma gigantescas colas de material, que llegan a alcanzar cientos de millones de kilómetros de longitud. Evidentemente, estos objetos del cinturón de Oort que se adentran en el interior del sistema planetario son los conocidos cometas.

En 1951, el astrónomo norteamericano de origen holandés Gerard Peter (o Gierrit Pieter) Kuiper, completó la visión de Oort, incluyendo más cuerpos del sistema solar, que ocuparían una zona cercana a la eclíptica, más allá de la órbita de Neptuno (a unas 30 unidades astronómicas del Sol, y hasta 50, aproximadamente). Con una composición similar a la de los cometas, estos objetos del cinturón de Kuiper o, como se les denomina actualmente, KBOs (Kuiper Belt Objects), serían restos del material que formó los planetas principales. A partir de 1992 se comenzaron a descubrir cuerpos de este tipo, y actualmente se estima que pueden existir unos 50.000, de los que se conocen algo más de seiscientos.

De hecho, si uno intenta agrupar morfológicamente los cuerpos del Sistema Solar, se debería incluir en la nómina de los KBOs al mismo planeta Plutón, el más grande de los conocidos. Realmente, es la tradición la que hace que sigamos considerando a Plutón un planeta y, posiblemente, el hecho de que parecería degradarlo el convertirlo en el mayor de los cuerpos menores de nuestro Sistema. Cuestión de gustos, evidentemente.

«Con una composición similar a la de los cometas, los objetos del cinturón de Kuiper (KBO) serían restos del material que formó los planetas principales»
El límite interior de los KBOs se suele colocar en la órbita de Neptuno, aunque hay algunos cuerpos, los llamados Centauros que tienen órbitas algo excéntricas e incluso llegan hasta la órbita de Júpiter (como el llamado Quirón, descubierto en 1975). Incluso, algunas lunas de Neptuno, como Tritón, Nereida (ambos descubiertos precisamente por Kuiper) o Phoebe, son realmente KBOs capturados por la gravedad del planeta. Asimismo, Caronte, la luna de Plutón, es otro de los más grandes KBOs. Todos ellos tienen la característica común, que los diferencia de los demás planetas, satélites y asteroides, de tener un importante contenido de hielos: en las regiones externas del Sistema Solar, la luz de nuestra estrella no proporciona energía suficiente para convertir esos hielos en gas. Se trata, por lo tanto, de un material que apenas ha cambiado desde las épocas de formación del Sistema Solar, y su estudio podría aportar interesantes datos sobre esos momentos de los que no se tiene toda la información. En el fondo, son cometas, enormes, cientos de millones de veces más grandes que el conocido cometa de Halley. El último objeto incluido en la lista de los KBOs es el 2002 LM60, que tiene un diámetro de 1.300 kilómetros, más o menos la mitad que Plutón. Es, de hecho, el segundo más grande, pero no se descubrió hasta el pasado mes de junio porque, entre otras cosas, es un objeto muy débil. Se encuentra a unos 6.400 millones de kilómetros del Sol y, aunque fue descubierto desde el Observatorio del Monte Palomar, se tuvo que utilizar el Telescopio Espacial Hubble para confirmarlo como planeta: se mueve muy lentamente en el cielo, porque tarda unos 288 años en completar una órbita en torno al Sol.

De Nombre, Quaoar

Los descubridores del 2002 LM60 (que es la referencia provisional del descubrimiento en el catálogo que mantiene la Unión Astronómica Internacional), Michael E. Brown y Chadwick A. Trujillo pertenecen al Instituto Tecnológico de California. Según la tradición, serán ellos los que propongan un nombre definitivo para este KBO, aunque en la nota de prensa que dio a conocer la detección la semana pasada tal preferencia ya había sido expresada. El nombre elegido, Quaoar, corresponde a un dios creador del mundo que bajó del cielo e hizo emerger la Tierra del océano a espaldas de siete gigantes, creando además los animales y los seres humanos. Esto es lo que dicen los indios Tongva, nativos del área donde está desde hace un siglo, el Observatorio de Monte Palomar. Estos nativos, también conocidos por el nombre que les dieron los primeros exploradores españoles del valle que hoy es Los Ángeles, gabrielinos, mantienen su Nación para preservar la cultura y el folklore y, curiosamente, las relaciones que han tenido con los astrónomos no han sido siempre buenas, porque las tierras que ocupa el complejo astronómico del Monte Palomar son consideradas sagradas por los Tongva.


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Javier Armentia
Director del Planetario de Pamplona
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Pamplona, ESPAÑA



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