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Moda y tecnología espacial

Márcos Pérez | Casa de las Ciencias de La Coruña

Durante el 2003 los visitantes de la Casa de las Ciencias pudieron disfrutar de una exposición sobre la exploración espacial soviética..

Antoine de Saint-Exupery describe en El Principito un mundo en el que nada es más complicado de lo necesario. El autor de este hermoso libro reflexiona en otra obra sobre la simplicidad, afirmando que "la perfección se alcanza no ya cuando no quede nada por añadir, sino cuando no queda nada por suprimir". Este parece ser el espíritu que anima a los diseñadores de los objetos que se usan en el espacio, y es normal que así sea. Cada gramo de peso inútil que se pone en órbita cuesta mucho dinero y resta sitio para cosas más importantes. Por eso, los objetos empleados en la exploración espacial pueden parecernos antiguos, pero no pasados de moda. En la exposición Cosmonáutica rusa que durante este año puede verse en la Casa de las Ciencias, es posible seguir la evolución de los trajes espaciales desde las telas engomadas y cierres de cordón con que se fabricaron los de los primeros perros, hasta los sofisticados tejidos sintéticos que visten a los cosmonautas actuales. En la exposición también aparecen representados los avances en los materiales con que se fabrican naves, instrumentos y herramientas. Hay un largo camino que lleva desde la baquelita y los plásticos amarillentos de los interruptores de la cápsula Vostok al titanio con que se fabrican las herramientas utilizadas en la Estación Espacial Internacional. Pero estos cambios no siguen los criterios de la moda, sino los de la funcionalidad, ligereza y sencillez.

A lo largo del siglo pasado la exploración espacial ha sido una importante fuente de innovaciones tecnológicas. Por una parte, los programas espaciales forman y emplean a miles de técnicos y científicos que tienen la oportunidad de trabajar en proyectos de alta tecnología. Pero además, en el camino de encontrar las soluciones más simples y económicas para los complejos retos que plantea la salida al espacio, se descubren materiales y técnicas que en pocos años encontramos en multitud de objetos de consumo masivo. La NASA ha llegado a afirmar que cada euro invertido en investigación espacial genera siete euros en forma de aplicaciones diversas. Buen ejemplo de ello son los avances en la protección y miniaturización de circuitos electrónicos, los tejidos resistentes al fuego, nuevos equipos de diagnóstico médico, materiales ultraligeros, hornos de microondas o detectores de humo. La lista completa incluye más de mil aplicaciones y adaptaciones desarrolladas al amparo de la investigación espacial. Por no mencionar los satélites que nos permiten hablar por teléfono, ver la televisión, predecir el tiempo o seguir la evolución de la desertización en nuestro planeta.




Visitante de la exposición de la Casa de las Ciencias. Las imágenes son cortesía del autor.


Quiero ser astronauta

La Casa de las Ciencias es uno de esos lugares que se prestan a que la gente converse sobre el futuro. Es habitual escuchar a los visitantes hablar sobre el futuro del planeta, el de nuestra especie o incluso sobre su propio futuro profesional. Por lo que hemos podido oir estos días, dentro de veinte años nuestro país estará lleno de veterinarias, futbolistas, biólogos, pilotos y personas que trabajan en lo mismo que sus padres. A comienzos de año, coincidiendo con el estreno de Cosmonáutica Rusa, se pudo apreciar un notable incremento de las vocaciones de astronautas o cosmonautas, como denominan en Rusia a los viajeros espaciales. Al fin y al cabo, se trata de un trabajo emocionante, divertido, bien pagado, con posibilidad de ascender, viajar y ver mundo. De hecho, cuando salen astronautas en televisión solemos verlos sonriendo mientras flotan por su nave y gastan bromas a sus compañeros. Sin embargo, el accidente del transbordador espacial Columbia ha puesto en evidencia que existe un lado negativo. El oficio no está exento de peligros y la vida en una nave resulta un tanto claustrofóbica. Además, exige años de preparación que en el mejor de los casos culminan en una misión más corta que unas vacaciones, pues son pocos los astronautas que tienen la fortuna de repetir la experiencia.

Rusia y los Estados Unidos son los países que más esfuerzo han invertido en la exploración espacial. Ambos compiten desde hace más de 40 años para demostrar la superioridad de su tecnología, aunque cada vez colaboran en más proyectos conjuntos, como ocurre con la Estación Espacial Internacional. Japón, Canadá, China y los países europeos a través de la Agencia Espacial Europea (ESA) también se han sumado a la carrera del espacio, que para muchos es una cuestión estratégica y de orgullo nacional.

«Es natural que las oficinas de prensa de las agencias espaciales nos muestren una imagen excesivamente pomposa de las misiones tripuladas»
Por ello es natural que las oficinas de prensa de las agencias espaciales nos muestren una imagen excesivamente pomposa de las misiones tripuladas, en la que priman las banderas, los relatos épicos de máquinas infalibles y héroes que siempre dicen palabras que quedan estupendamente en los libros de Historia. En el lado contrario de la balanza, la literatura de ciencia ficción, y sobre todo el cine, nos han dejado algunos relatos muy detallados aunque poco verosímiles del día a día de los astronautas. Al final, sabemos poco de los detalles de la vida en el espacio, los objetos de uso cotidiano, en qué emplean el tiempo los astronautas o cómo resuelven tareas como comer o ir al aseo que para nosotros son tan sencillas que ni pensamos en ellas. Es necesario transmitir al público una imagen lo más realista posible de los motivos y los logros de las misiones tripuladas; sus limitaciones y las alternativas que se plantean de cara al futuro. Contar, en definitiva, la épica de la aventura colectiva de una especie capaz de alcanzar las fronteras de su propia imaginación y la emoción y las dificultades que viven los astronautas, a la vez héroes y conejillos de indias en una exploración que no ha hecho más que comenzar y podría estar muy cerca de su final.



Marcos Pérez
Jefe de Sección de la Casa de las Ciencias
marcos@casaciencias.org
La Coruña, ESPAÑA


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