Astronomía Digital

  • Número 6.

  • Astronomía Digital.
  • Bienvenidos.
  • GSiew.
  • Guía para autores.
  • Crónica de la mayor hazaña de la humanidad

    Jesús Gerardo Rodríguez Flores | Sociedad Astronómica de la Laguna (México)

    Se pueden escribir decenas de libros sobre el esfuerzo para alcanzar la superficie de la luna, pero ésta solo es un recopilación de algunos aspectos de los que se ha dado a llamar "el acontecimiento más importante de la historia de la humanidad".


    Logotipo de misión Apolo XI.


    De la Tierra a la Luna

    Era la madrugada del 16 de julio de 1969. Fogatas de muchos campamentos centellaban en las playas y calzadas cercanas a Cabo Kennedy. Había casi un millón de personas, 300 000 vehículos, 3000 embarcaciones y 300 aviones particulares rondando alrededor del sitio de lanzamiento. Además algunos miles de millones de personas participarían de aquel suceso por medio de la televisión, la radio y los periódicos.

    A las 4:15 horas, Deke Slayton, astronauta y director de operaciones de la tripulación, despertó a los tres elegidos: Michael Collins, Edwin "Buzz" Aldrin y Neil Armstrong. Tras desayunar y vestirse con los trajes espaciales, serían conducidos al enorme cohete Saturno V. El equipo de la Sala de Encendido Numero 1 inspeccionaba la peligrosísima carga de 2200 toneladas de oxígeno e hidrógeno líquido. Era sorprendente que cargar de combustible al Saturno V a razón de 38 000 litros por minuto, la operación tardaría cuatro horas. Pero durante el despegue, todo el combustible se consumiría por los motores-cohete a una velocidad de 13 000 litros por segundo.

    En la plataforma 39A, a 98 metros de altura, los astronautas fueron recibidos por Guenter Wendt, el jefe de plataforma, quien ha sellado las escotillas de todas las cápsulas espaciales norteamericanas. Wendt le entrega a Neil Armstrong una llave de poliestireno de más de un metro de longitud que dice "Llave de la Luna". Armstrong y Collins fueron ingresando a la cápsula. Buzz Aldrin recuerda:

    "Me quedé mirando la torre gris de la plataforma de lanzamiento 34, en la que hacía 30 meses habían fallecido Gus Grissom, Ed White y Roger Chaffe en el incendio del Apolo I. En un bolsillo de mi traje espacial llevaba un parche alusivo a la misión Apolo I. También llevaba dos medallas soviéticas, una de ellas honraba al cosmonauta Vladimir Komarov - muerto en el Soyuz I -, y la otra a Yuri Gagarin, el primer hombre que llegó al espacio exterior y que había un año había perecido en un accidente de aviación. Me proponía dejar esos recuerdos en la Luna".

    A 5,6 kilómetros de distancia de la plataforma del Apolo XI, se encontraba el Centro de Control de Lanzamiento, bajo la dirección de Rocco Petrone, de 43 años. Allí ingresó Wernher Von Braun con su viejo portafolios. Aquel portafolios que durante tantos años había contenido volumenes enteros de ideas, proyectos y propuestas, por fin contenía el manual de la misión Apolo XI "minuto a minuto". En el Centro, la tribuna de invitados especiales estaba a reventar: se encontraban 206 diputados, 30 senadores, 19 gobernadores, 40 alcaldes, miembros del gabinete, magistrados de la Suprema Corte, 69 embajadores, 100 ministros de ciencia extranjeros, agregados militares, el vicepresidente Spiro Agnew, el ex presidente Lyndon B. Johnson y su esposa, y 3000 periodistas en su correspondiente tribuna. Petrone paseó su mirada por la fila de sus técnicos y se dijo: "Dentro de pocos minutos habremos empezado a ganarnos el sueldo".

    Cuando la cuenta regresiva alcanzó los 10 segundos, Von Braun bajó los binoculares con los cuales observaba la Plataforma 39A, y empezó a rezar: "Padre nuestro, que estás en los cielos..."

    "6..5..4.."

    Una nube de humo escapaba ya de la parte inferior del Saturno V. De las cinco potentes maquinas F-1 brotaron violentamente grandes llamaradas rojas y naranjas. Muy lentamente la enorme máquina de más de 110 metros de altura y un peso semejante al de un destructor naval de la Segunda Guerra Mundial -3100 toneladas- iba elevándose. El Apolo XI pareció detenerse y se desvió entonces hacia la derecha para evitar cualquier posible colisión con la torre. Seis segundos después, la onda expansiva alcanzó el puesto de mando, y las ventanas temblaron como hojas al viento.

    Unas luces de color ámbar parpadearon en el tablero de instrumentos de la cápsula Apolo ante la vista de los tres astronautas. "¡Despegue! ¡Ya despegamos!".

    Eran las 9:32 de la mañana del 16 de julio de 1969. El Saturno V despegaba de Cabo Kennedy con la tripulación de tres hombres cuyo objetivo era la superficie de la Luna. A los once segundos del despegue el control de vuelo se traslada desde Florida hasta 1400 kilómetros, al Centro de Astronaves Tripuladas (MSC) a 35 kilómetros de Houston, Texas. Aquí, 30 controladores, respaldados por 40 000 científicos en todo el país mantienen un continuo contacto con el Apolo XI por intermedio del "CAPCOM". El Capcom por lo regular es un astronauta en tierra que en exclusiva mantiene el contacto con los astronautas. En esta ocasión el Capcom es Bruce McCandless, futuro astronauta de transbordadores espaciales. La red norteamericana de seguimiento del Apolo XI se extiende por todos el mundo con los radiotelescopios de Goldstone (California), Madrid, Camberra (Australia); 17 estaciones terrestres, 4 embarcaciones de la armada y ocho aviones de comunicaciones.


    Retrato de tripulación del Apollo XI.

    A un minuto del despegue, el Apolo XI alcanza el llamado "Punto MaxQ: máxima presión dinámica". Buzz Aldrin recuerda: "Los brazos y las piernas se me incrustaron en el traje espacial, mientras aumentaba la aceleración de la gravedad. Sentí que se me colgaba la mandíbula". Tras el desprendimiento de la primera y segunda etapa del Saturno V, la tercera etapa se activó durante dos minutos y medio para poner en órbita al Apolo XI. Ya en órbita, tras revistar el estado de la nave a 115 millas de altura se prepararon para realizar la maniobra de "Inyección Translunar", para la cual debían encender nuevamente el motor de la tercera etapa. "Era peligroso volver a encender el motor de la tercera etapa en el espacio -recuerda Aldrin-. La temperatura del hidrógeno líquido se acercaba al cero absoluto (-273° C), y sin embargo el penacho del motor estaba lo suficientemente caliente para fundir el acero. Aquella maldita cosa podía estallar y acribillar de metralla nuestra nave". Por fortuna el motor se mantuvo encendido durante seis minutos, suficiente para poner al Apolo XI en camino a la Luna. Mientras, al fondo, el Océano Pacífico parecía alejarse al igual que todo el planeta.

    Llegó el momento de separarse de la tercera etapa del Saturno V. Michael Collins, piloto del módulo de mando tenía la responsabilidad de maniobrar el Módulo de Comando "Columbia" y acoplarlo al Módulo Lunar, bautizado como "Águila". La peligrosa maniobra había sido practicada cientos de veces en simulador, pero en el espacio, viajando a 27 000 km/h sería diferente. Mediante un interruptor. Collins hizo volar los 28 pernos explosivos para separar el módulo de mando de la tercera etapa. Los astronautas se alejaron 30 metros del cohete y dieron un giro de 180°. En el interior de la parte superior de la tercera etapa se veía el módulo lunar. Collins desplazó el "Columbia" hasta que la nariz quedó sujeta al anillo de acoplamiento del Módulo Lunar "Águila". Los tres cerrojos quedaron asegurados, y finalmente otros 12 cerrojos hicieron los oficios de un cierre a presión.

    "Houston, aquí Apolo XI. Los 12 cerrojos están echados", radió Buzz Aldrin. A 27 000 kilómetros de la Tierra, los astronautas pudieron observar un brillante disco entero: el Planeta Tierra. En esta etapa de la misión se tiene que realizar la operación conocida humorísticamente como "darle la vuelta al asado", es decir, girar con lentitud sobre nuestro eje longitudinal para que el calor del Sol se distribuyera de manera uniforme. Collins encendió los propulsores e inclinó la nave de lado. El Apolo XI no se desplazaba como una bala, con la nariz enfilada al blanco, sino más bien como trompo. "Debido a nuestra rotación, la Tierra desaparecía cada 20 minutos y luego reaparecía, desplazandose de izquierda a derecha, seguida por el caliente faro del Sol", recuerda Aldrin. "En 18 horas más estaríamos a medio camino de la Luna".

    "Poco después, cuando llegáramos a `la cima de la montaña' y quedaramos sometidos a la influencia gravitatoria de la Luna, volveríamos a acelerar".

    El astronauta Buzz Aldrin recuerda su estancia en el Módulo de Comando: "Cuando me acurruqué en mi saco de dormir, no pude menos que pensar en lo adaptable que somos los humanos. ¡Ahí estábamos tres criaturas que respirábamos aire, acostados para pasar la noche en aquella diminuta burbuja de oxígeno! Nuestra nave era como un planeta en miniatura. Podíamos vivir en él comodamente, aunque solo unos cuantos centímetros de una aleación metálica y de plástico separaba mi rostro del espacio exterior."


    Alrededor de la Luna

    Desde el segundo día en el espacio, los astronautas del Apolo XI preparaban el Módulo Lunar "Águila" para el alunizaje. Algunos opinaban que el momento del alunizaje representaría el "clímax" de la revolución industrial. Al termino del tercer día completo en el espacio, el Apolo XI se encontraba a tan sólo 11,000 kilómetros de la Luna. La cápsula espacial con los tres valientes astronautas se internó en la sombra de la Luna. "Ver desde aquí la luna es realmente espectacular" informa Neil Armstrong. "Es algo que vale el precio del viaje". La luna eclipsaba al Sol; mientras era posible ver las estrellas. "Podemos observar una bellísima corona solar", anunció Armstrong. "Esto es un cambio radical para nosotros", comentó Michael Collins. "El cielo aparece cuajado de estrellas, ni más ni menos que como en la noche terrestre".

    Setenta y seis horas después del despegue, los módulos de comando y lunar, perfectamente ensamblados, giraron por el borde izquierdo de la Luna. Durante un período crítico de 48 minutos, la Tierra perdería todo contacto de radio con los astronautas. Durante ese lapso, el Apolo XI rodearía la cara oculta de la Luna y activaría el motor principal del Módulo "Columbia" para desacelerar hasta los 600 km/h, velocidad que permitiría a la nave la Inserción en Orbita Lunar. Si la maniobra no se realizaba con absoluta precisión, los astronautas quedarían varados en el espacio sideral.

    La tensión en Houston durante ese lapso de incomunicación era total. Finalmente cuando el Apolo XI terminó su recorrido por la cara oculta de la Luna, se comunicaron con Houston para informarles sobre la Maniobra de Inserción Lunar. "Diríamos que fue...¡que fue perfecta!", radió Michael Collins, piloto del "Columbia".

    Bruce McCandless recibió con gran satisfacción la noticia de que la inserción en órbita lunar había sido un éxito. Los técnicos de la NASA sabían que si el motor del Módulo de Comando permanecía encendido más de seis minutos, se corría el riesgo que la nave se estrellara contra la superficie de la Luna.

    El cuarto día de misión empezó el domingo 20 de Julio a la una de la madrugada. Edwin "Buzz" Aldrin y el comandante Neil Armstrong atravesaron el túnel que conectaba al Módulo de Comando "Columbia" con el Módulo de Alunizaje ``Águila" y realizaron una inspección minuciosa de los sistemas. Ambos módulos deberían desacoplarse para el viaje a la superficie lunar; después de 28 horas volverían a unirse en órbita. "Estamos listos para separar al Águila", informó a Houston el comandante Armstrong.

    "Con un chasquido sordo, Mike hizo retroceder al ``Columbia". Vi su cara por la ventanilla", recuerda Edwin Aldrin. "En eso el paisaje lunar pasó lentamente frente a mi ventanilla, al dar vueltas sobre si mismo el ML, hasta que la Luna quedó suspendida sobre mi cabeza". "El Águila tiene alas", radió Neil Armstrong.

    El Módulo "Águila" se fue alejando del ``Columbia" rumbo a la cara oculta de la Luna. El astronauta Charlie Duke, que en esos momentos era el "Capcom" en Houston avisó a los astronautas: "Águila, aquí Houston. Tiene luz verde para IOD". La Inserción en Orbita de Descenso (IOD) consistía en 29,8 segundos de ignición del motor del Módulo Lunar, que haría caer al "Águila" hasta solo 14 kilómetros de la superficie lunar. Si todo marchaba bien se aprovecharía la Iniciación del Descenso con Motor (IDM) con el cual en doce y medio minutos, los dos primeros hombres del Planeta Tierra tocarían la superficie lunar...o habrían abortado el intento de alunizaje...


    Panorámica de la Base del Mar de la Tranquilidad.

    El descenso hasta 14 kilómetros de la superficie de la Luna fue realizado por el "Águila" sin ninguna novedad. ``La luna se desplazaba silenciosamente por mi ventanilla", recuerda Buzz Aldrin. "Poco a poco, de manera imperceptible, los cráteres se volvieron más nítidos conforme descendíamos. El color de la Luna cambiaba, de café con leche a un gris blanquecino". "Águila, aquí Houston", llamó Charlie Duke. "Si me oyen procedan al descenso con motor". Varias ráfagas de dígitos verdes anunciaron la Iniciación de Descenso con Motor (IDM). El Módulo Lunar empezó a girar durante el descenso hasta que las patas del "Águila" quedaron en dirección a la superficie lunar. ``Entonces pudimos ver la Tierra: era un hermoso segmento de disco azul, blanco y pardo, que pendía sobre el horizonte de la Luna".


    Descenso al polvo lunar

    Fue entonces cuando pasados los 10.700 metros de altitud, el descenso perdió su aire poético para tomar tintes de drama. Edwin Aldrin relata: "En ese momento relampagueó una alarma en la hilera superior de los datos que mostraba la pantalla de la computadora. `¡Doce-cero-dos!', grité, incapaz de controlar la tensión que delataba mi voz. `¡Doce-cero-dos!'" El "Águila" estaba a menos de 10.000 metros de la superficie cuando la alarma "12 02" se activó. La computadora del Módulo Lunar estaba sobresaturada de los datos que le proporcionaba el radar de alunizaje. La computadora amenazaba con reanudar su ciclo y comenzar de nuevo todos sus cálculos. Si eso ocurría no quedaría más remedio que pulsar un gran botón rojo marcado ETAPA DE CANCELACION del tablero. Al oprimirlo el motor de ascensión del "Águila" se encendería elevando al Módulo otra vez a órbita y así terminaría el primer intento humano de pisar la Luna.

    Los técnicos de Houston analizaron en segundos la situación y recomendaron a los astronautas proceder con el aterrizaje manual. El "Águila" pasaba en ese momento por debajo de los 6400 metros de altura, y seguía descendiendo a razón de 37 metros por segundo. Nuevas alarmas fueron apareciendo en las pantallas de datos del Módulo Lunar. Fue en ese momento como en las novelas de Space Opera, que a pesar de tanta tecnología, las máquinas no pudieron superar la habilidad y superior poder de decisión del ser humano. El comandante Neil Armstrong tomó los controles del Módulo Lunar, cancelando el descenso automatizado. La situación era verdaderamente complicada. Edwin Aldrin confiesa:


    Aldrin coloca la bandera en suelo lunar.

    "Si se hubiera tratado de un simulacro, allá en Cabo Kennedy, quizá habríamos abortado el descenso. Neil apartó finalmente la vista de la pantalla de la computadora y miró hacia afuera por su ventanilla triangular. No le satisfizo en absoluto ver el suelo que había debajo de nosotros...Teníamos que localizar un sitio plano y sin rocas para alunizar. Pero la computadora parecía llevarnos hacia un pedregal que rodeaba un cráter de 25 metros de diámetro." Bajo control manual, Neil Armstrong aminoró el descenso de 5,8 metros por segundo a sólo 2,75. A 91 metros de la superficie, la velocidad volvió a reducirse hasta solo un metro por segundo. Armstrong estaba reduciendo deliberadamente la velocidad de descenso con la intención de encontrar un mejor y más limpio sitio de alunizaje. Sin embargo la reducción de velocidad implicaba un mayor consumo de combustible, el cual estaba terriblemente limitado. El comandante Armstrong realizaba cuidadosos ajustes en la trayectoria. "A pesar de que faltaban menos de 30 metros de altitud, Neil volvió a aminorar la velocidad de descenso", narra Aldrin. "La voz de Charlie (desde Houston) nos advirtió en ese instante: 'Sesenta segundos' ". El ``Águila" disponía de menos de sesenta segundos de combustible. No obstante, Neil Armstrong volvió a disminuir la velocidad para escudriñar el terreno. Las pulsaciones del comandante aumentaron hasta 156 por minuto...

    El "Águila" descendía a 75 centímetros por segundo. Si el combustible se agotaba en esos momentos, la nave se estrellaría irremediablemente contra la superficie de la luna. "Millones de personas alrededor del mundo seguían por radio y televisión esos momentos críticos. Fueron los 22 segundos más largos de mi vida", recordaría el presidente de Estados Unidos, Richard Nixon.

    "Doce metros. Seguimos bajando a 75 centímetros por segundo. Levantamos algo de polvo. Nueve metros..."

    A nueve metros de la superficie, aquel polvo lunar, inalterado durante mil millones de años, saltó hacia uno y otro lado del flamígero penacho del motor. "Treinta segundos", anunció el Capcom de Houston con las lecturas de cuanto duraría el combustible.

    En esos momentos, una de las sondas que emergían de las patas del Módulo Lunar hizo contacto con la superficie.

    "La luz indica que hemos hecho contacto". En ese momento Armstrong desactivo el motor del "Águila", dejando que descendiera el último metro y medio bajo la gravedad. El horizonte pareció bambolearse desde el interior del modulo, luego se estabilizó y el altímetro dejó de parpadear.

    Habían quedado con tan solo 20 segundos de combustible.

    "Miré el extraño panorama de rocas y sombras de la Luna", recuerda Edwin Aldrin. "Era tan yermo como siempre me lo había imaginado. A kilómetro y medio, el horizonte se curvaba y se perdía en la negrura más profunda".

    Fue entonces cuando, después de un corto silencio, el comandante Neil Armstrong transmitió una histórica frase:

    "HOUSTON, AQUI BASE TRANQUILIDAD. ¡EL ÁGUILA HA DESCENDIDO!" En Houston era el 20 de julio de 1969. 4:17,43 de la tarde.


    Los primeros hombres en la Luna

    Finalmente la inteligencia del ser humano había logrado que dos hombres descendieran en su vehículo espacial en la superficie de la Luna. Fue entonces cuando los sueños de muchos escritores se hicieron realidad. Kepler con su obra "Somnium"; Cyrano de Bergerac con ``Viaje a los imperios del Sol y la Luna"; Julio Verne con "De la Tierra a la Luna"; Edgar Allan Poe con ``La incomparable aventura de un tal Hans Pfaall"; Luciano de Samosata con "Historia Verdadera"; H.G.Wells con "Los primeros hombres en la Luna", y muchos más.

    Fue un momento que unió a toda la humanidad. Cada quién dio al acontecimiento un significado de acuerdo a sus costumbres y cultura. Ese día, horas antes, el reverendo Dean Woodruff (de la iglesia Presbiteriana de Webster, Texas, donde asistía Aldrin) alzó en alto una hogaza de pan blanco a la que le faltaba un trozo. "Esta hogaza no esta completa", dijo. ``Hace dos semanas Buzz se llevó consigo parte de ella. Ahora comulgamos con él. Buzz está entre nosotros". En la Luna, en el interior del modulo lunar, Edwin "Buzz" Aldrin extrajo un diminuto estuche para comunión, con un cáliz de plata en miniatura y un dedal de vino. El anaquel de plástico que estaba frente a la pantalla de la computadora se convirtió en altar. Aldrin transmitió a Houston: "Quisiera pedirles unos momentos de silencio. Me gustaría invitar a todos los que me escuchan a pensar un poco en los sucesos de estas últimas horas y a dar las gracias, cada uno a su modo". Aldrin fue siguiendo el ritual de comunión mientras vertía el vino en el cáliz: "Yo soy la vid y ustedes los sarmientos...". Aquel vino consagrado descendió lentamente en remolino al cáliz en aquella enrarecida gravedad lunar. "Comí la diminuta hostia eucarística y bebí el vino. Di gracias por la inteligencia y el espíritu que habían llevado a dos jovenes pilotos al Mar de la Tranquilidad".

    En teoría, Armstrong y Aldrin deberían dormir cuatro horas antes de explorar la superficie lunar. ¿Pero quién podría hacerlo con tanta adrenalina en el cuerpo, provocada por los anteriores acontecimientos? "Tratar de conciliar el sueño antes de la actividad extravehicular (AEV) era como ordenar a unos niños, la mañana de Navidad, que siguieran en la cama hasta mediodía". Los astronautas tardaron tres horas en ponerse los trajes espaciales para el paseo lunar. Las mochilas contenían un equipo completo de supervivencia: oxígeno, agua refrigerante, energía eléctrica y radio de comunicaciones para un tiempo máximo de cuatro horas. Neil Armstrong abrió la escotilla del "Águila" y bajó con cuidado la escalera del módulo lunar, extendió la mano para tirar de un cable que activaba la cámara de televisión del modulo.

    "Estoy en el peldaño inferior de la escalera" -informó Armstrong.

    Fue entonces ese momento histórico...Neil Armstrong retiró su bota izquierda del disco metálico de la base de la pata del modulo para pisar en la polvosa superficie gris de la Luna. Aquella huella permanecerá intacta durante 500 000 años, esto porque no hay atmósfera en la Luna que la pueda erosionar. Solo pasado ese tiempo, los impactos de micrometeoritos la harán desaparecer. Neil Armstrong exclamó para la historia de la humanidad:

    "ES UN PASO PEQUEÑO PARA UN HOMBRE, PERO UN SALTO GIGANTESCO PARA LA HUMANIDAD". Eran más de las 10:56 horas de la noche en Houston, de aquel legendario 20 de julio de 1969.


    Huella dejada por uno de los astronautas del Apollo XI en la superficie lunar.

    ¡Por fin, el ser humano había plantado su pie en la superficie de la Luna! El comandante Neil Armstrong de 38 años de edad, ingeniero aeronáutico militar y pilotos de pruebas, se convertía en el hombre más privilegiado de toda la historia de nuestra civilización. En aquel momento cumbre se comunicó por radio con su compañero Aldrin que aún permanecía en el módulo lunar "Águila": ``La superficie es de un polvo fino. Puedo moverme fácilmente con la punta del pie". Las partículas de la superficie lunar se adherían como si fuesen polvo de carbón a la suela y a los costados de las botas de Armstrong, que dejaban una huella de unos tres milímetros de profundidad. Al levantar la bota, el comandante vio admirado la claridad con que había quedado impreso el dibujo estriado de la suela en la superficie lunar.

    Veinte minutos después, descendió Edwin "Buzz" Aldrin por la escalerilla para convertirse en el segundo ser humano en pisar el suelo lunar. La gravedad lunar, apenas un sexto de la terrestre, hizo más agradable la labor de los astronautas. Buzz Aldrin recuerda: "Describí lentamente un círculo. El horizonte caía a pico en todas direcciones. Lo observamos con el Sol a nuestras espaldas, así que sólo había un vacío negro más allá del borde de la Luna. Guijarros, fragmentos de roca y pequeños cráteres cubrían aquel terreno llano hasta donde alcanzaba yo a ver". "¡Qué hermoso!", expresó. ``¡Una hermosa desolación!" Los astronautas se desplazaron por la superficie lunar y luego regresaron a la base del modulo lunar para develar una placa que decía: "AQUI, UNOS HOMBRES DEL PLANETA TIERRA POSARON POR PRIMERA VEZ SU PLANTA EN LA LUNA, EN JULIO DE 1969 D.C. VINIMOS EN PAZ, Y EN NOMBRE DE TODA LA HUMANIDAD". La placa con el grabado de los dos hemisferios del planeta tenía las firmas de los tres astronautas del Apolo XI, y más abajo la firma del presidente Richard Nixon.

    Pasado ese momento solemne, los astronautas se dedicaron a labores científicas. Neil Armstrong recogía muestras del suelo lunar, mientras Edwin Aldrin instalaba una cortinilla de aluminio para medir las partículas de viento solar que llegan a la Luna. Después Buzz Aldrin desplegó la bandera norteamericana y tras varios intentos de perforar el subsuelo lunar, el asta bandera terminó fijándose en el suelo permitiendo realizarle a aquella bandera el saludo militar. "Desde mi niñez me habían fascinado las escenas de exploradores que plantaban banderas en playas desconocidas. En esos momentos yo estaba haciendo lo mismo en la playa más exótica a las que hubiera llegado el hombre".

    Además de aquella bandera plantada en suelo lunar, el Apolo XI llevaba un contenedor con pequeñas banderas de los 136 paises con relaciones diplomáticas con los Estados Unidos. Sin olvidar un disco de silicio con los mensajes de buena voluntad de 73 jefes de estado del planeta Tierra. El canto del disco tenía grabado: "Del planeta Tierra, julio de 1969".

    Los astronautas instalaron un sismógrafo lunar y un reflector de rayos laser. Este último aparato permitiría a los científicos medir continuamente la distancia de nuestro planeta a la Luna con solo disparar un rayo laser; este rayo, enviado desde la Tierra rebotaría en el reflector instalado en la Luna, el cual lo enviaría en la misma dirección. Al medir el tiempo que transcurre entre el disparo y el regreso del laser se podía determinar con una exactitud de centímetros la distancia entre ambos cuerpos celestes.

    Momentos antes de instalar el instrumental científico, los astronautas recibieron desde la Tierra una transmisión del presidente Richard Nixon: "Durante este momento inapreciable en la historia de la humanidad, todos los hombres de la Tierra constituimos en verdad un solo y mismo ser, unánimes en nuestro orgullo por lo que han logrado ustedes y en las oraciones que elevamos para que vuelvan a la Tierra sanos y salvos".


    Retorno a la Tierra

    Aldrin recuerda: "Cinco meses y 11 días antes de terminar el decenio, dos estadounidenses habían aterrizado en la Luna. No obstante, aún quedaba por cumplirse la segunda parte del reto del fallecido presidente John F. Kennedy: nuestro regreso, sanos y salvos, a la Tierra".

    La actividad extravehicular de los dos astronautas por la superficie lunar duró dos horas y 31 minutos. Después ingresarían al modulo lunar con unos 25 kilos de muestras de roca y suelo lunar. La expedición en la superficie lunar había concluido y ahora ingresaban al "Águila" para una buena comida y un merecido descanso. Buzz Aldrin recuerda esos momentos abordo del módulo: "Había polvo lunar adherido a las piernas de nuestro traje, y en el puente del módulo. Parecía carbón vegetal arenoso y olía a pólvora de fuegos artificiales. Era imposible que evitáramos aspirar un poco de aquel polvo. Si había microbios desconocidos en él, Neil y yo seríamos los primeros en sufrir su efecto".

    Veintiún horas después del descenso, los astronautas se preparaban para abandonar la luna. Primero eliminaron del interior del módulo lunar el exceso de peso: mochilas de supervivencia, botas sobrepuestas, una cámara de televisión, dos cámaras fotográficas, equipo de recolección de muestras. En total la "chatarra" arrojada a la superficie lunar por no tener mayor utilidad durante la misión estaba valuada en un millón de dólares. Finalmente los astronautas activaron el motor de ascenso, con lo cual la sección tripulada del módulo lunar se separó de la plataforma de descenso. La sección tripulada del "Águila" se inclinó en pocos segundos en un ángulo de 50 grados. A los siete minutos, el "Águila" había adquirido una velocidad de 1500 metros por segundo y se encontraba en órbita lunar a 18.000 metros de altitud. En seguida el "Águila" y el módulo de mando ``Columbia", tripulado por Michael Collins, se encontraron en órbita y volvieron a ensamblarse. Cuando Armstrong y Aldrin ingresaron al "Columbia", ya habían pasado cuatro horas desde su despegue de la Luna.


    Amarizaje del Apolo XI en el Océano Pacífico.

    La etapa de ascenso del "Águila" fue abandonada en órbita lunar. No tenía más utilidad en la misión. Siete horas después, a la una de la madrugada en Houston, siendo ya el martes 22 de julio, el motor del "Columbia" fue puesto en marcha durante 150 segundos para aumentar la velocidad de 5800 a 9500 kilómetros por hora. Velocidad más que suficiente para escapar de la atracción lunar rumbo a la Tierra. Pasarían 60 horas antes de llegar a la Tierra.

    Finalmente ocho días después del despegue de aquel Saturno V, los astronautas estaban de regreso. De aquel enorme cohete de más de 100 metros de altura y 3200 toneladas, ahora solo quedaba la cápsula cónica del "Columbia", el sub-módulo de servicio con el motor había sido abandonado en el espacio. A 40.000 kilómetros por hora se dirigieron contra la atmósfera terrestre soportando la fricción del reingreso gracias al escudo térmico de la cápsula. "A unos 120.000 metros de altitud encontramos los primeros indicios de la atmósfera. Dos minutos después nos encontrabamos dentro de una monstruosa bola de fuego que refulgía con matíces verdes y sonrosados", recuerda Aldrin. "Tres enormes paracaídas de color anaranjado y blanco se abrieron a 7000 metros de altitud".

    Era el 24 de julio, a las 5:41 de la mañana a 1400 kilómetros al sudeste de Hawaii, allí se encontraba el portaaviones USS Hornet esperando rescatar a la tripulación. La cápsula del Apolo XI amarizó a 15 kilómetros de distancia. Los astronautas fueron conducidos abordo del portaaviones a un remolque de cuarentena para vigilar cualquier posible contaminación por microbios lunares, los cuales después se comprobó que nunca existieron. Pero ese día, abordo del USS Hornet, los tres intrépidos héroes escucharon de un emocionado presidente Richard Nixon una gran verdad: "Esta ha sido la semana más extraordinaria de la historia universal desde la Creación. El mundo nunca se ha sentido tan estrechamente unido como ahora, gracias a lo que han logrado ustedes. Y por ello les expresamos nuestro agradecimiento".


    El Fin de la Infancia.

    Pero esta solo sería una de las grandes y emotivas frases sobre este espectacular acontecimiento. El Dr. George Mueller, administrador asociado de la NASA para vuelos tripulados dijo: "Nos hallamos ahora en lo que es, sin duda, el punto decisivo más importante en la historia de nuestro planeta. La Tierra se formo hace 4000 millones de años; hace 400 millones de años que la vida salió del mar a tierra firme; el hombre hizo su aparición hace cuatro millones de años. Y hace cien años dio inicio la revolución tecnológica que nos ha llevado al punto donde estamos hoy. Todos estos sucesos fueron de importancia, pero en ninguno de ellos tomó el hombre la decisión consciente de seguir un camino que habrá de transformar el futuro de la humanidad."

    "Hoy tenemos la ocasión y el estímulo de hacerlo así. Porque hoy, a las 11:49, hora de Houston, en medio del Océano Pacífico, hemos demostrado de un modo concluyente que el hombre no está ya atado a los límites del planeta en que ha vivido tan largo tiempo".

    Para finalizar, me permito transcribir un bello pensamiento de René Barjavel, publicado en France-Soir:

    "Dentro de algunas decenas de millares de años, cuando los descendientes de Adán se hayan esparcido por los astros, la proeza de Armstrong y Aldrin constituirá uno de esos recuerdos en que se confunden la historia y la leyenda y que dan motivo a sonrisas y fantasías."

    "Y entonces nos preguntaremos: `¿Dónde se halla esta Tierra de la que hemos venido, según se supone?' Del mismo modo que hoy nos preguntamos dónde se encontraba el Edén."

    "La Luna es el primer peldaño de una escalinata que llega a las estrellas. Generación tras generación, con ayuda de un conjunto de técnicas que ahora nos es imposible imaginar, nuestros descendientes subirán esa escalinata a despecho de todas las dificultades insuperables que hoy nos señalan los científicos prudentes. El único obstáculo que puede detener la marcha hombre es el hombre mismo. Si prende fuego a su casa, si destruye lo que es su trampolín, perderá su capacidad de saltar al firmamento."

    "Nos encontramos en el principio de todas las cosas; nada sabemos. Sólo hemos aprendido que poseemos las energías suficientes para alzarnos de nuestra cuna. Por primera vez un hombre ha sentado su planta en un territorio inexplorado sin tomar posesión de él en nombre de una sola nación. Los requisitos indispensables para la conquista del espacio tal vez obliguen al hombre a lograr que la paz reine en el género humano".

    Bibliografía

    1. "Paso pequeño...salto gigantesco...", Selecciones del Reader's Digest. Noviembre 1969.
    2. "Men form Earth", Buzz Aldrin y Malcolm McConnell. Bantam Books. 1989.


    Páginas web recomendadas.

    Jesus Gerardo Rodríguez Flores.
    jgerardo@coah1.telmex.net.mx
    Soc. Astronómica de la Laguna.
    Gómez Palacio, Durango. México.
    MegaCosmos
    http://www.astrored.org/noticias/megacosmos


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