Astronomía Digital

  • Número 2.

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  • Atracción cósmica

    Juan García | Ganador del concurso de ciencia ficción AstroRED 1998


    Un viernes, completamente desbordado de tedio después de salir destrozado del trabajo, lo decidí sin más. Hacía más de cuatro años que no venía por estas tierras. ¡Ya era suficiente tiempo! ¿No? Así que saqué del armario todos los trastos, desempolvé objetivos y cartas, puse pilas al puntero láser que utilizo para colimar el espejo de mi modesto telescopio reflector, preparé un generoso termo de café y lo cargué todo en el andrajoso maletero del catorce treinta.

    Ya estaba oscuro cuando abandoné el asfalto. Nosotros somos así, supongo. Somos como los vampiros: seres solitarios y nocturnos, fotófobos y adictos al café. Bueno, eso al menos me decía mi novia antes de abandonarme. ¿Y qué? Ella se lo perdió. "¿Prefieres a alguien del montón? Pues ¡Ala! escoge uno que no haga más que llevate a tomar copas por ahí, que de esos los hay a patadas" Le dije aquella tarde cuando se negó a acompañarme a cazar al Hyakutake por tercera noche consecutiva. ¡Y lo peor es que se llevó en el coche los tres carretes de 800 ASAs que acababa de comprar! Lo dicho: Ella se lo perdió. ¡Ah! y no vayais a pensar que al decir que no soy del montón quiero decir que soy uno de esos musculosos modelos que pululan inpdicamente por las paradas de autobs, no. Simplemente es que soy... ¿Cómo decirlo? Soy... diferente. (Gracias a Dios).

    Los astrónomos de tierra adentro suelen echarle en cara a los tinerfeños la inmensa ventaja que supone tener el Teide a un tiro de piedra (un tiro flojito ¿Eh? Que si no te sales de la isla) Pero eso, creo yo, lo dicen más bien por envidia del clima que por otra cosa. Si no, no lo entiendo. Aquí mismo, por ejemplo, en pleno corazón de Soria, a los pies de la Sierra de la Demanda, se abre un vallecito cárstico a lo largo del río Lobos que posee unos cielos que pueden hacer enmudecer a cualquiera: Tardos a las nubes y prontos para oscurecer, amparados y apantallados por sus altas paredes de caliza tapizada de vegetación y hoquedades, que nos muestran la bóveda con toda su plenitud enmarcada en un rincón de naturaleza poco habitual.

    ¡Jesús! Casi parezco una guía turística de esas de a veinte duros el quintal. ¡En fin! Poco después de la media noche, tras un par de tazas de café y algn cigarrillo de más, tenía al fín montado el mini observatorio. Sobre mi cabeza el pecho de Hércules se abría orgulloso. Aprovechando la zona despejada de la boca del cañón, apunté hacia el suroeste, entre Sagitario y la Cola, casi en dirección al Burgo de Osma, para robarle una imagen a esa triple y vieja amiga M20.

    Justo después de montar la cámara me detuve durante un instante. Una lechuza acababa de alisarme con su vuelo silencioso la crespa cabellera. Miré hacia arriba, estaba despejado. No soplaba viento, la noche era cálida y oscura. Silencio acariciado por el río... ¿Qué más se podía pedir? Ajusté el motor, diafragmé ligeramente y abrí el obturador, abandonándome. No hay mayor placer que contemplar la boveda estrellada tumbado sobre el verde en una noche de principios de verano. ¡Es la mejor manera de tener conciencia planetaria! Te sientes arrastrado por la tierra a lo largo de su deambular cósmico.

    Y allí, en silencio, fue cuando la recordé. ¡Ay! Fue en una noche como esta ¡Pero hace ya tantos años! Así que sintiendo en mi cuerpo el frescor de la tierra fecunda no pude por menos que añorar.

    En aquella época todo mi material astronómico se reducía a un planisferio de esos de plástico y cartón y unos prismáticos. Con mi vieja cámara reflex, la misma que sigo utilizando esta noche, obtenía mis primeras fotografías sin seguimiento. ¿Coche? ¡El de línea! ¿Trípode? ¡Una buena peña! (no lo hay más sólido) ¡Que tiempos aquellos!


    - Hola.

    - ¿?

    - ¿Qué miras? ¿El cielo?

    - S. s. sí



    Nunca supe por donde vino. Era preciosa, no podría deciros que edad tendría, pero desde luego era preciosa


    - A mí también me encanta mirar el cielo ¿Sabes?

    - ...

    - ¿Qué es aquello? ¿Orión?

    - Sí... Es precioso ¿Verdad?... ¿Has visto alguna vez la nebulosa? Mira, mirala con los prismáticos, apollate aquí.

    - ¿La nebulosa? ¡Je! Nunca la he visto desde este lado. A ver, dejame...



    Supongo que con mi edad de entonces cualquiera se enamora al primer golpe de vista. Si a eso sumamos su hermosura no os tengo que explicar que si empecé a generar demasiada purpura retiniana fue por algo más que por la oscuridad.


    - ¿A que te refieres con que "nunca la has visto desde este lado"? ¡Mujer! La bóveda se ve igual desde cualquier punto del planeta. Bueno, a decir verdad no, por que dependiendo de la latitud en la que te encuentres...

    - ¡No hombre! (Rió ella) Me refiero que no la he observado desde "ESTE" planeta. (Y siguió observando en silencio)

    - ... ¡Ya! O sea que eres una marciana.

    - ¡No hombre! Hace miles de años que no queda ningún marciano.

    Y decidí seguirle el juego, era divertido y ella lindísima.

    - Bueno... ¿Y cómo se ve el cielo desde tu planeta?



    Se serparó bruscamente de los oculares, pero siguió acodada en la peña, mirandome.


    - Mira, la verdad es que igual... ¡Pero de forma totalmente diferente!



    Sus ojos de luna me cegaron de dulzura durante unos instantes eternos, hasta que su risa de cristal rompió el silencio:


    - Por ejemplo ¿Ves esa constelación? Allí, al norte... ¿Cómo la llamáis?

    - ¿La Osa Mayor?

    - ¡Eso es! Bueno, pues desde allí seguimos viendo sus estrellas principales muy brillantes, sí, pero desde luego no forman ninguna constelación aparente. De hecho las vemos completamente diseminadas en "nuestro" cielo. ¡Nos resulta imposible verlas todas al mismo tiempo!

    - ¿?

    - Claro hombre, no te extrañes, piensa que aunque tu las veas ahí, juntitas, la más cercana, Mizar, la tenemos a menos de 75 años luz, mientras que Benetnash, la que está formando la "cola", se encuentra a casi 165. ¡Todo es cuestión de perspectiva!



    Y siguió mirando por mis prismáticos como si hubiese dicho algo tan normal como que el tren de las ocho acababa de pasar.


    - ¿Quién eres?

    - ¡Tienes razón! Perdona, mi nombre suena un tanto raro, pero puedes llamarme María.

    - A mi me puedes llamar Javi... Pero no me refería a eso... ¿Has bebido algo?

    - Te suena todo muy extraño ¿Verdad?

    - ¡No mujer! Estoy acostumbrado a encontrarme todos los días con un montón de gente que me dice que no es de este mundo.

    - ¡Yo no he dicho eso! ¡Todos somos de este mundo!

    - Me desarmaste.



    Su risa plateada acarició la noche como el vuelo tranquilo de un ave.


    - Quiero decir que todos somos hijos de un mismo milagro ¿No te parece?

    - ¿Milagro?

    - Sí. Muchos de vosotros todavía le llamais Dios ¡Y decís bien! Otros le llaman Cosmos y le niegan ese otro nombre... Pero no lo hacen por conocimiento si no por orgullo.

    - ¿Que tiene que ver Dios con esto?



    Sus ojos se abrieron an más, amenazando con tragarselo todo por esas mágicas pupilas de luna.


    - ¿Ateo?

    - Sí.

    - Bueno... Eso puede estar bien si te atreves a renunciar a todos los dogmas. ¡Y digo a todos! No a olvidar los de siempre para crearte otros nuevos.

    - No te entiendo.

    - Mira, el no creer en nada te puede convertir en un indiferente o en una persona llena de capacidad de asombro. Si eres de los primeros, Dios... digo, el Cosmos habrá fracasado.

    - ¿?

    - ¡Tonto! (Y volvió a reir) ¿Para qué te crees que están encendidos todos esos hornos ahí arriba?

    - ¿Tiene que existir alguna causa?

    - ¡Todo tiene una causa! Es más ¡Todo tiene un motivo!

    - ¿Y cual es, lista?

    - Mira tú ahora la nebulosa de Orión (Y me pasó los prismáticos) ¿La ves? ¿Sabes la cantidad de materiales para futuros mundos que se están generando en esa fragua? O si no... ¡Esperate un par de horas! ¡Sí! Y mira luego a Antares, saldrá... (Giró sobre sus talones) Por allí (Dijo, señalando el Sureste) ¿Sabes la cantidad de carbono y oxígeno que está produciendo en este momento?

    - ¿Y?

    - ¡Tonto! Estan fabricando moléculas que algn día se convertirán en retina y en cerebro. ¡Retina que recibirá el fulgor de otros mil generadores de retinas! ¡Ojos que igual que tus ojos están hechos de polvo de estrellas! ¡Cerebros que tomarán conciencia de sí mismos y del universo que les rodea! ¡Cómo t mismo lo haces ahora! ¡Es el milagro de la creación! ¡Un universo que tiene conciencia de sí mismo a través de nosotros!



    Hubo un largo silencio. No supe que contestarle. No tuve fuerza para rebatirle. Además ¡Tampoco me apetecía! ¡Era tan linda! ¡Y lo que decía tenía tanto sentido al salir de sus labios!

    Han pasado muchos años desde entonces. Un suspiro para el universo, media vida para mí. Y aquí me teneis, noctambulo empedernido, como siempre, engulliendo café y sandwich fríos mientra miro el Cosmos por un tubito. Pero os tengo que contar un secreto: Desde entonces, cada vez que miro la Nebulosa de Orión o busco con la mirada a Antares... ¡Siento como se clavan en mí miriadas de pupilas! Siento como la cuerda, que es el tiempo, se acorta entre el ayer infinitamente remoto y el mañana infinitamente lejano, teniendome a mí, mero observador, como eslabón de enlace entre ambos. Como garante consciente de la continuidad del Universo Infinito.


    Juan García
    eltintero@hotmail.com

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