Astronomía Digital

  • Número 2.

  • Astronomía Digital.
  • Bienvenidos.
  • GSiew.
  • Guía para autores.
  • Nomenclatura y cartografía planetaria

    Jesús Gerardo Rodríguez Flores | Sociedad Astronómica de la Laguna (México)


    En 1978 en su libro "Cerebro de Broca", el astrónomo Carl Sagan nos introdujo al interesante tema de la catrografía y nomenclatura planetaria. Hoy, a veinte años de distancia, y en la ausencia del "maestro", esta es una modesta actualización de su monografía.

    Todos buscan afanosamente un cometa para bautizarlo con su apellido, un asteroide para ponerle los nombres de nuestros ídolos y mártires. Los nombres de filósofos griegos y astrónomos se perpetúan en la Luna, mientras los escritores de ciencia-ficción lo hacen en Marte, y los artistas en Mercurio. Las obras de Shakespeare orbitan como lunitas a Urano y los más arcaicos mitos trazan formas familiares en las constelaciones.

    Desde el primer mapa trazado en un hueso, hasta la nomenclatura de mundos en los más recónditos rincones del cosmos, los seres humanos en cada nombre impregnamos al universo de una porción de nuestra cultura y nuestra historia. Los nombres que ponemos a cráteres, lunas, cometas y asteroides, no son solo un recordatorio para la eternidad de lo que ocupa nuestras mentes, sino la circunstancia que ha dado lugar a más de una anecdótica disputa por inmortalizarnos como especie humana en el cosmos.


    Los primeros hombres en la Luna.

    Desde tiempos que se pueden remontar a nuestra prehistoria, el hombre siempre ha intentado llevar un registro de lo que le rodea. No solo de sus hazañas y fenómenos que ocurren a su alrededor, sino en registrar el entorno que le rodea para beneficio de otros como él o como un respaldo de su memoria. Los arqueólogos y antropólogos han encontrado registros de mapas tallados en marfil que se remontan a períodos neolíticos. También podemos enumerar la gran cantidad de grabados y mapas que en el transcurso de los años se han hecho para poder precisar la localización de sitios, así como las obras dedicadas a describir las características que los viajeros encontrarían en dichas ubicaciones. La exploración de la Tierra y su cartografiado avanzó a pasos agigantados gracias a la era espacial. Ahora los satélites espaciales de exploración permiten obtener mediciones de gran exactitud para elaborar mapas como nunca antes lo habíamos hecho. Y poco a poco la tecnología se está empleando para cartografiar los demás cuerpos del Sistema Solar.

    Imagen de los planetas del sistema solar. Los planetas son denominados con nombres de divinidades grecorromanas.

    Mucho antes de que tuviéramos una clara idea de nuestro planeta Tierra, el hombre tuvo la oportunidad de empezar la exploración óptica de la Luna, la cual empezó a cartografiarla. El honor cabe adjudicárselo a Galileo Galilei, quien en el siglo XVII, con su telescopio empezó a observar la Luna con una resolución como nunca antes nadie lo había hecho. Fue allí donde la antigua concepción de que nuestro satélite natural era un cuerpo uniforme y puro quedó erradicada. Galileo pudo observar los cráteres y formas "montañosas" de la Luna, así como de los "mares" que no resultaron ser tales, sino simples superficies oscuras de la Luna.

    Pero el cartografiado de la Luna (conocido después como Selenografía) sería labor de Johannes Höwelcke, mejor conocido por el latinizado nombre de Hevelius. Hevelius dedicó mucho tiempo a cartografiar la Luna, y en 1647 publicó su obra titulada "Selenographia" en la cual hacia una detallada descripción gráfica de los rasgos de la Luna, adjudicándole a cada uno de ellos un nombre. Hevelius bautizó los "mares" y montes lunares de acuerdo a los criterios siguientes:

    • Los montes lunares recibirían el nombre de sus similares terrestres, por ello en la Luna encontramos los montes lunares Apeninos, Pirineos, Cáucaso, Jura y Atlas.

    • Los "mares" fueron bautizados con nombres de estados de animo o condiciones de la naturaleza. Por ejemplo: Mar Frigoris (Mar del Frió), Lacus Somniorum (Lago de los Sueños), Mare Tranquilitatis (Mar de la Tranquilidad), sinus Iridum (Babia del Arco Iris), Oceanus Porcellarum (Océano de las Tempestades).

    Hacia 1651 aparece la obra "Almagestua Novum" de Giovanni Battista Riccioli en donde muy a gusto personal fue seleccionando los nombres para los cráteres de la Luna. Algunos cráteres que le tocó bautizar a Riccioli fueron los cráteres Clavius, Ptolomeo, Tycho, Kepler y Copérnico. Posteriormente más astrónomos con nuevos telescopios fueron observando detalles más pequeños que fueron poco a poco bautizando según sus preferencias. Por ejemplo el propio Riccioli y su discípulo Grimaldi fueron posteriormente honrados bautizando a dos cráteres lunares con sus nombres. Pero no solamente los cráteres fueron bautizados con nombres de científicos y filósofos. También hay reyes como Alfonso X de Castilla (s.XIII) en cuyo honor un cráter fue nombrado Alphonsus, y demás personajes como Julio Cesar y el Káiser Guillermo I. Algunos cráteres menores en ocasiones reciben "subdenominaciones" dependiendo de los cráteres mayores que se encuentren cerca o la agrupación de pequeños cráteres vecinos. Tal es el caso de los cráteres Mösting A, Mösting B y Mösting C; o Messier A y Messier B. Irónicamente el gran precursor de la obsecración lunar, Galileo Galilei fue tardíamente recompensado con la asignación de un cráter lunar, el cual es demasiado pequeño para las grandes aportaciones que hizo para el nacimiento de la astronomía moderna.

    En tiempos de la exploración espacial, algunos cráteres pequeños recibieron nombres que estaban muy de moda. Por ejemplo, en el Mar de la Tranquilidad, donde descendiera el Módulo Lunar "Aguila" en 1969 existen tres pequeños cráteres bautizados en honor de la tripulación del Apollo XI: Armstrong, Aldrin y Collins.

    En la Luna, en el Mare Insularum y al sur de los Montes Carpatos se encuentra el cráter que lleva el nombre de Copérnico.

    Cuando finalmente la sonda soviética Luna 9 obtuvo las primeras imágenes del lado oculto de la Luna, la tarea de nombrar los accidentes fue protagonizada, como era de esperarse, por los soviéticos. Ellos utilizando un criterio muy nacionalista decidieron bautizar uno de los "mares" como "Mar de Moscú" (Mare Moscoviense). Ciertamente dicha denominación se distanciaba del criterio establecido por Hevelius para bautizar los mares lunares, pero también era cierto que los mares del limbo lunar habían sido bautizados con nombres que nada tenían que ver con estados de animo o aspectos de la naturaleza ("Mar Limítrofe", "Mar Oriental" y "Mar Smyth").

    El criterio para nombras los cráteres del lado oscuro fue más respetados. No solamente se encontraban nombres de filósofos sino de matemáticos y científicos de los últimos siglos (Pasteur, Leibintz, Oppenheimer, Szilard, Van De Graff, Fermi, Mach, Hertzsprung, Milikan, Von Newman); de precursores de la astronáutica (Tsiolkowsky, Korolev, Gagarin) e incluso hasta escritores de ciencia-ficción (Julio Verne, H.G. Wells, Campbell). Para México es muy importante mencionar que un cráter del hemisferio oculto de la Luna fue bautizado en honor del astrónomo Luis Enrique Erro.


    Crónicas Marcianas.

    La exploración espacial con naves robot ha permitido al hombre conocer con notable precisión los rasgos de los cuerpos celestes existentes a millones de kilómetros de distancia. Hoy a finales del siglo XX nos vemos en la necesidad de "bautizar" las nuevas lunas descubiertas alrededor de los planetas exteriores e incluso todos aquellos detalles de su superficie.

    El planeta Marte, con su parecido relativo a nuestro mundo ha sido uno de los primeros en recibir denominaciones. Durante el siglo pasado y el presente, algunos astrónomos como Percival Lowell y Giovanni Schiaparelli creyeron ver en Marte los llamados "canali", esto es, franjas que con la influencia popular llegaron a ser considerados posibles canales construidos por una decadente civilización marciana. Los "canales" fueron bautizados en los mapas que se dibujaban de la superficie de Marte; de igual forma algunos sitios que durante el transcurso del año marciano parecían cambiar de color (y que en la imaginación de décadas atrás se creía que era por la presencia de vegetación marciana) también recibieron sus propias denominaciones. Sin embargo, la llegada de la fotografía y telescopios más potentes permitieron comprobar que dichos "canali" en realidad no existían. Y con ellos, los nombres que recibieron, también desaparecieron.

    En la actualidad, Marte ha recibido la visita de diversas sondas espaciales tanto soviéticas como estadounidenses. Las imágenes que ha traído de la superficie de Marte han sido lo suficientemente detalladas como para empezar la labor de cartografía del planeta rojo. Los criterios para nombrar las formaciones marcianas tuvieron que ser determinados con mucho más cuidado que en el caso de la Luna.

    De antemano muchos sitios de Marte conservaron las denominaciones que G. Schiaparelli y el griego E.M. Antoniadi habían establecido. Estos nombres estaban basados en personajes y lugares de la mitología clásica (Thot-Mepenthes, Hesperia, Utopia, Elysium, Atlantis, Lemuria, etc.). También en Marte fueron bautizados algunos "mares", los cuales a semejanza de los lunares, no tienen agua. Estos mares son Mare Acidalium (el Mar Acido), y Mare Boreum (Mar Boreal). Uno de los rasgos más interesantes de Marte es el llamado "Valle Marineris" el cual es un gigantesco cañón, varias veces más grande que el Gran Cañón del Colorado.

    Marte posee gran cantidad de cráteres, estos cráteres recibieron los nombres de eminentes científicos (Alfred Russell Wallace, James Hutton, Christian Huygens, Cassini), exploradores (Burton, Darwin) y nuevamente autores de ciencia-ficción (Edgar Rice Burroughs, H.G. Wells, Stanley Weinbaum y John W. Campbell Jr.). Incluso existen dos cráteres denominados en honor de Antoniadi y Schiaparelli. Una nueva variante a la hora de nombrar a los "valles" fue proyectar las culturas y lenguas, predominantemente no europeas, a tener un valle con el nombre del dios de la guerra local, o como denomina a Marte (Al Qahira en árabe egipcio, Huo Hising en chino, Ma'adim en hebreo, Mangala en sánscrito, Kasei en japonés, entre otros).

    Por otro lado, las montañas de Marte, recibieron el denominativo "Mons", el cual continua al nombre "personal" que recibe cada montaña. De esta forma en Marte encontramos Pavonis Mons, Elysium Mons, Aesia Mons y el más importante de todos el Olympus Mons: el "Monte Olimpo". Este último nombre quedó que ni mandado hacer, puesto que es la montaña más grande que se ha descubierto en el sistema solar. Su altura es de 24 000 metros (tres veces el tamaño del Monte Everest), además su base tiene 600 Km de diámetro y en su cráter podría alojarse la Ciudad de México.

    En la nomenclatura planetaria también se utilizan, aparte del calificativo "Mons" para las montañas muy elevadas, otros términos de toponimia latina tales como "Chasma" para las depresiones, "Patera" para los posibles volcanes, "Planitia" para las planicies, "Tholus" para los montes, "Dorsa" para las escarpas, "Maria" para los mares, "Rupes" para las crestas, "Rille" para los valles estrechos y "Planum" o "Terra" para las mesetas.

    Las sondas espaciales que exploraron a Marte también nos dieron las primeras fotografías de las dos lunas de Marte. Estas lunas son de tamaño reducido, y tal vez sean asteroides capturados. La más cercana es Fobos y la otra Deimos. Dichas lunitas fueron descubiertas en 1877 por el astrónomo Asaph Hall. Los nombres de Fobos y Deimos significan "Miedo" y "Terror" respectivamente, los corceles que tiran del carruaje del dios de la guerra. Con las imágenes de dichas lunas, se pudieron apreciar varios cráteres que fueron poco a poco bautizados. La mayoría de los accidentes recibieron nombres de personas relacionadas con su descubrimiento (en Fobos) o su mención en la literatura (en Deimos). Por ejemplo un cráter de Fobos fue bautizado Asaph y otro, el más grande del satélite, como Stickney, que era el apellido de soltera de la esposa de Asaph Hall, quien según la "leyenda" motivó a su marido a continuar la extenuante búsqueda de las lunas de Marte. En Deimos encontramos cráteres dedicados a Johnnatan Swift y Voltaire. Swift puesto que en sus "Viajes de Gulliver" menciona el descubrimiento de las dos lunitas ¡varios años antes de su descubrimiento oficial! Voltaire por su parte utiliza a las lunas de Marte en su obra "MicroOmegas".


    ¡Hagan sitio! ¡Hagan sitio!

    Viajando hacia el interior del sistema solar encontramos a Venus. Su permanente cubierta de nubes de ácido sulfúrico impide que veamos la superficie del planeta. La única forma en que se ha podido obtener información acerca de su superficie ha sido por medio de radiotelescopios basados en tierra o sondas espaciales con equipo sofisticado que "mapeen" el planeta. Este último método ha motivado para que algunos notorios detalles de la superficie venusina reciban el nombre de aquellos individuos que investigaron el electromagnetismo y las ondas de radio. En Venus encontramos por ejemplo los Montes Maxwell y otros sitios con los apellidos de Hertz, Marconi, Franklin y Faraday. También predominan los nombres de mujeres y divinidades femeninas, tales como Isthar Terra, Aphrodite Terra, Rhea Mons, Diana Chasma, Artemis Chasma, Guinevere Planitia. También se encuentras cráteres y formaciones con apellidos de mujeres de ciencia como Stickney, Sklodowska (apellido de soltera de Marie Curie) y otras. En la actualidad contamos con mapas muy detallados de la superficie de venus gracias al radar de apertura sintética de la sonda Magallanes. Los nuevos cráteres y formaciones descubiertas recibirán predominantemente nombres de mujeres importantes en la ciencia y la cultura, según criterios de la Unión Astronómica Internacional. Incluso se comento la posibilidad de que un cráter de Venus probablemente lleve el nombre de la musa mexicana Sor Juana Inés de la Cruz.

    En Mercurio, un planeta con mucha semejanza a nuestra Luna, abundan los cráteres en gran cantidad. Estos cráteres principalmente han recibido en nombre de artistas, músicos y poetas, más que de filósofos y científicos. Así encontramos cráteres denominados Valmik (escritor del Ramayama), Beethoven, Haydin, Raphael, Da Vinci, Shubert, Stravinski, Shakespeare, Tolstoi, entre otros. Hay un cráter en el meridiano 20 de Mercurio que recibió el nombre de "Hun Kal" que precisamente significa "veinte" en maya.

    Pasando el cinturón de asteroides encontramos a Júpiter y sus dieciséis lunas. Las cuatro más grandes fueron descubiertos por Galileo Galilei, y en un homenaje a sus protectores, los Medici, les puso "satélites mediceanos". Sin embargo, honor a quien honor merece, y nosotros las conocemos como "Lunas Galileanas". Estas y demás lunas de Júpiter recibieron nombres de "amores ilícitos" que había tenido Júpiter-Zeus en la mitología. De esta forma Ío, Calisto y Europa, ninfas poseídas por el padre de los dioses fueron representadas en tres de las cuatro lunas galileanas. La luna más grande de Júpiter (y en realidad la más grande del sistema solar), recibió el nombre de Ganímedes. Este era un muchacho de quien Júpiter también "recibió favores", muy tradicional en la "bisexualidad" existente en la antigua Grecia. Y agregada al grupo de "amantes" de Zeus se encuentra Amaltea, una de las lunas más pequeñas e interiores del sistema joviano, la cual recibió su nombre de la cabra que proporcionara leche en su tierna infancia a Jupiter-Zeus. Cuando las sondas voyager llegaron a Júpiter obtuvieron estupendas fotografías de las lunas. Todos sus detalles más importantes también tuvieron que ser "bautizados".

    Así por ejemplo en Ío, su gran cantidad de volcanes activos, que expulsan chorros de azufre incandescente a alturas de hasta 300 km, fueron bautizados con nombres semejantes a los más famosos volcanes terrestres o a divinidades del inframundo o relacionadas con el fuego. Entre los más destacados se encuentras "Loki Patera", "Pelé Patera", "Uta Patera", "Nina Patera", "Ra Patera", "Babbar Patera", "Dazhbog Patera", "Viracocha Patera", "Prometeo", "Marduk".

    En la luna joviana "Europa" su helada superficie tiene una serie de estrías o líneas donde el hielo se ha fracturado, también hay zonas oscuras denominadas "manchas" (máculas). Estos sitios reciben nombre de sitios o personajes de la mitología griega tales como "Adonis linea", "Asteius linea", "Thasus linea", "Lybia linea", "Cadmus linea", "Minos linea", "Thera Mácula", "Tyre Mácula".

    Ganimedes, la luna más grande ha recibido nombres para sus cráteres de la mitología tal como "Gilgamesh Isis", "Ashur" o "Anú". Y también sus corredores de hielo como "Tiamat Sulcus", "Aquarius Sulcus" y "Nun Sulcus". Sus "cuencas multianulares" producidas por impactos meteóricos han recibido el nombre de astrónomos, como "Galileo Regio" y "Barnard Regio". Por su parte este mismo tipo de cuencas multianulares en Calisto han recibido nombres relacionados con sitios históricos o míticos tales como "Asgard" y "Valhalla".

    Lunas de Urano. Llevan nombres de protagonistas de obras de Shakespeare.

    En órbita de Saturno existe una importante cantidad de lunas de hielo cuyos rasgos han sido cartografiados y bautizados. Así por ejemplo en Mimas, con sus 390 km de diámetro, encontramos un gigantesco cráter de impacto que ocupa casi un tercio del diámetro de la luna. El cráter ha recibido el nombre de Herschel, en honor al descubridor de Mimas. Los demás cráteres de dicha luna han recibido nombres relacionados con los mitos artúricos: "Arthur", "Uther", "Merlín", "Perceval", "Galahad", "Gwynevere", "Lancelot", "Morgan" o "Modred".

    Mas allá de Saturno, el sistema solar era desconocido para la gente anterior al siglo XVIII. Los planetas hasta entonces conocidos habían recibido los nombres de la mitología griega, y no sería hasta la invención del telescopio cuando surgiría la posibilidad de descubrir nuevos mundos más allá de Saturno. Fue así como en 1781, es descubierto el planeta Urano. Su descubridor fue William Herschel, un músico de origen alemán y radicado en Inglaterra que tenía una tremenda afición por la astronomía y la fabricación de telescopios. De inicio creyó que había descubierto un nuevo cometa, pero posteriores observaciones confirmaron que era "el primer planeta descubierto en tiempos modernos". El descubrimiento afortunado de Herschel de dio fama y atrajo la atención del rey ingles Jorge III. El rey pensionó de por vida a Herschel para que continuara sus observaciones astronómicas y le dio recursos para construir el telescopio más grande de su tiempo. Para entonces, William Herschel propuso bautizar al nuevo planeta como "Georgium Sidus" (La Estrella de Jorge), en una clara alusión al rey ingles. Sin embargo, la comunidad astronómica de su tiempo no vio con buenos ojos que Herschel quisiera "hacerle la barba" a Jorge III y la idea no prospero. Finalmente se decidió seguir la tradición de bautizar al planeta con el nombre de una divinidad grecorromana: Urano.

    Para entonces y posteriores fechas la astronomía se había convertido en una gran ciencia. Con las leyes de la gravitación de Newton la astronomía se convirtió en un favorable terreno para la matemática practica y la observación astronómica. Cuando el desplazamiento orbital de Urano hizo sospechar a los eruditos que un nuevo planeta podía existir más allá, dos eminentes matemáticos empezaron a trabajar sobre la ardua tarea de "pronosticar matemáticamente" la posición del planeta aún no descubierto. En forma casi simultanea, John Adams, en Inglaterra y Urbain Jean Joseph Le Verrier, en Francia, se dieron a la ardua tarea de calcular la órbita y posición del posible planeta. Para mala fortuna de Adams, las autoridades astronómicas inglesas no prestan suficiente atención a sus cálculos y la primicia del descubrimiento la tiene Johann Gottfried Galle, del Observatorio de Berlín, que gracias a los cálculos de Le Verrier logra descubrir el nuevo planeta 23 de septiembre de 1846. La competencia científica entre Francia e Inglaterra dan lugar a una encarnizada disputa sobre quien calculó con mayor exactitud y anticipación la posición del nuevo planeta. Los franceses le dan el crédito a Le Verrier, pues el concluyó su labor con el descubrimiento efectivo del planeta. Incluso los franceses empiezan a nombrar el planeta como "Planeta Le Verrier" y en una presunta condescendencia a los ingleses rebautizan a Urano como "Planeta Herschel". Sin embargo las demás instituciones astronómicas europeas rechazan la nueva nomenclatura. Por si fuera poco posteriormente se descubre que los cálculos de Adams eran mucho más precisos que los de Le Verrier. Aunque la disputa parecía no acabar, finalmente se les dio el crédito a los tres: Galle, Adams y Le Verrier. El planeta Urano conservó su nombre y el nuevo planeta recibió otro nombre de la mitología grecorromana: Neptuno.

    El 18 de febrero de 1930, el astrónomo Clyde Tombaugh descubre otro planeta más distante desde un observatorio en Flagstaff, en Arizona. Dicho observatorio había sido construido por Percival Lowell para observar los alucinantes canales marcianos, y posteriormente para la búsqueda del noveno planeta. Cuando Tombaugh finalmente lo descubrió, la viuda de Percival Lowell quería que el planeta fuera nombrado "Lowell" en honor a su marido, después sugirió el nombre de su hija, "Constance". Sin embargo la cordura imperó y tras un concurso para seleccionar el nombre, una niña de Massachusetts sugirió el nombre de "Plutón". Plutón el mitológico dios del inframundo.

    En el transcurso de estos descubrimientos y hasta nuestra fecha actual, también fueron ubicadas varias lunas alrededor de Urano y Neptuno. Las lunas de Urano han recibido nombres relacionados con personajes femeninos de las obras de William Shakespeare: Miranda, Ariel, Umbriel, Titania, Oberón, Puck, Julieta, Desdémona, entre otras. Aún así los personajes varones de las obras shakespearianas no han sido olvidados, pues los cráteres de la luna Oberón han sido bautizados como "Lear", "Hamlet", "Romeo", Caesar", "Anthony", "Othello", "Macbeth", entre otros. Pero seria absurdo que solamente las grandes civilizaciones del planeta tuvieran su cultura inmortalizada en el cosmos, también culturas poco conocidas tienen a sus personajes mitológicos y divinidades en diversos satélites y planetas del sistema solar. Por ejemplo en la luna Ariel encontramos "Leprechaun Vallis", "Kachina Chasma", "Kewpie Chasma" y "Kra Chasma"; y cráteres como "Laica", "Belana", "Uangoor", "Domovoy", "Gwyn", "Ataksak", "Oonagh" y varios más.

    En 1977 desde el Observatorio Naval de Estados Unidos, el astrónomo James Christy descubrió que Plutón tiene una luna de un tamaño bastante considerable en relación con su planeta. Esta luna compañera recibió el muy adecuado nombre de Caronte: el barquero que transportaba a las almas por el río Estigia en dirección al inframundo.


    A la caza del cometa.

    La astronomía aficionada se ha convertido en un pilar muy importante para la moderna astronomía. Ésta es una ciencia en la cual siempre hay lugar para nuevas colaboraciones. El universo es en ocasiones tan infinito que hasta los aficionados pueden realizar observaciones, descubrimientos y contribuciones importantes a la astronomía. En la actualidad muchos aficionados han construido o adquirido muy buenos telescopios, y aunado a la llegada de la astronomía con dispositivos CCD, los aficionados están logrando observaciones muy interesantes y descubriendo nuevos cometas y asteroides. Si existen aficionados de forma casi accidental han descubierto cometas (pregúntele a Thomas Bopp), cuanto más podrá hacer alguien con los recursos más indispensables a la mano. La intención aquí no es proporcionar una estrategia para descubrir asteroides y cometas, sino simplemente estimular al aficionado con la mayor recompensa que puede obtener en un descubrimiento de ese tipo: bautizar con su apellido un cometa o asignarle a un asteroide el nombre que más le llene el corazón. Cuando un cometa o un asteroide se ha descubierto, el descubrimiento es reportado a la Oficina Central de Telegramas de la Unión Astronómica Internacional, donde confirmaran si nuestro "descubrimiento" es auténtico. En caso de serlo el objeto es catalogado para su monitoreo y registro según la nomenclatura existente.

    Los asteroides reciben dos tipos principales de clasificación según la Unión Astronómica Internacional, la provisional y la definitiva.

    La clasificación provisional para los asteroides es:

    [Año] [Letra-mes] [Letra-Secuencia de hallazgo]

    A cada quincena del año le corresponde una letra del alfabeto, y solamente se descarta la letra "I" la cual no es usada. De esta forma el asteroide 1989FC recibió esta clasificación por descubrirse en marzo de 1989 (a la 2ª quincena marzo correspondió "F"). Y al 1996JA1 por descubierto en mayo de 1996 (a la 1ª. quincena de mayo correspondió "J"). Cuando a un asteroide se le determina completamente su órbita de forma estable, esta en condiciones de recibir un "bautizo" de acuerdo al primer criterio. Así fue como el asteroide 1979SB paso a ser 2212 Hephaistos. Sin embargo algunos asteroides descubiertos se pierden de vista antes de poder calcular su órbita y terminan conservando su nomenclatura provisional hasta que nuevamente sean localizados.

    Aquellos asteroides que presentan una órbita perfectamente determinada reciben el criterio:

    [Nº de asteroide descubierto] [Nombre]

    Por ejemplo: "1 Ceres" (por ser el primer asteroide descubierto, y el nombre con el cual fue bautizado por Giovanni Piazzi). Los nombres de los asteroides por lo regular pertenecen a la mitología griega o romana, pero no forzosamente. Un detalle interesante es que preferentemente los asteroides reciben nombres femeninos, pero aquellos que podemos clasificar como "asteroides indisciplinados" reciben por lo regular nombres masculinos. Al existir en la actualidad tantos asteroides, ya no es básico que reciban nombres mitológicos. Pueden tener nombres de personajes ilustres, siempre y cuando no sean lideres políticos o militares de los últimos doscientos años. Por ejemplo existen asteroides con los nombres de los Beatles, algunos técnicos exitosos de la NASA, científicos, escritores y personajes históricos. Incluso los astronautas del fatídico vuelo del transbordador Challenger tienen cada uno su asteroide, pero no existen asteroides bautizados como Napoleón, Stalin, DeGulle o Churchill.

    A raíz del descubrimiento de que algunos asteroides pueden tener satélites, la Unión Astronómica Internacional usa como criterio provisional:

    [Año] (Nº de asteroide) [Nº de satélite]

    De esta forma el "1993 (243) 1" corresponde al asteroide-satelite "Dactyl" que descubriera la sonda Galileo en Agosto de 1993 orbitando al asteroide "243 Ida".

    Los primeros que reportan un nuevo cometa a la Oficina Central de Telegramas de la Unión Astronómica Internacional automáticamente se le otorga al cometa su apellido. A lo mucho un cometa puede ser registrado con tres descubridores, como el cometa "Kobayashi-Berger-Milon". El orden de los apellidos en un cometa depende del orden en que sus descubridores lo reportan. Así por ejemplo aunque Thomas Bopp fue el primero en descubrir cierto cometa, tuvo muchos problemas para reportarlo a la Oficina Central de Telegramas, cuando lo hizo ya existía un reporte de Alan Hale quien lo había descubierto unas horas después. De esta forma el cometa se bautizó como cometa "Hale-Bopp". En ocasiones el descubrimiento de un cometa se debe a un equipo de investigadores (obviamente más de tres) por lo cual el cometa mejor recibe el nombre del grupo investigador, como los cometas descubiertos por los técnicos del satélite infrarrojo IRAS (ej. "IRAS-Araki-Alcock") o los descubiertos por el satélite SOHO. Muchos astrónomos aficionados son cazadores de cometas empedernidos, y tienen en su currículum el descubrimiento de varios cometas, por lo mismo puede que existan varios cometas con el mismo nombre, pero diferenciados por un numero de descubrimiento. Por ejemplo Yuyi Hyakutake fue un observador muy afortunado y a finales de 1995 descubrió un cometa al cual se bautizo como "Cometa Hyakutake", pero a inicios de 1996 descubrió un segundo cometa el cual se bautizo como "Cometa Hyakutake 2" el cual fue uno de los cometas más visibles y bellos de los últimos tiempos en su máximo acercamiento a la Tierra hacia finales de marzo de 1996. Otro caso sería el cometa "Shoemaker-Levy 9", el cual se estrelló con Júpiter a mediados de 1994. Dicho cometa era el noveno que descubrían los esposos Eugene y Carolyn Shoemaker en compañía de su amigo David Levy. Por otro lado también existen cometas que reciben nombres honorarios, tal es el caso del famosísimo "Cometa Halley", el cual ha sido observado desde hace mas de dos mil años. Es imposible saber que ser humano lo descubrió hace tanto tiempo en el cielo, pero fue Edmund Halley quien descubrió que era un cometa periódico que regresaba al sistema solar interior cada 76 años. Halley pronosticó su próximo paso, y aunque el falleció antes de la fecha postulada, el cometa volvió a aparecer como Edmund Halley lo anticipó; por ello a manera honorífica y póstuma, el visitante celestial recibió en nombre de "Cometa Halley", el más famoso de todos los cometas.

    A la fecha, el albacea de nuestras culturas proyectadas en el cosmos viene siendo la Unión Astronómica Internacional. La única institución autorizada para asignar nombres a planetas, lunas, asteroides, cometas y diversos detalles geológicos en la superficie de los distintos mundos. De momento la astronomía planetaria y la exploración espacial está mas que ocupada en los cuerpos de nuestro sistema solar. Mas allá, en las estrellas, es un terreno aún no explorado. Muy apenas las antiguas civilizaciones sumerias y griegas plasmaron sus mitos en las estrellas como constelaciones. Claro hubo intentos de asignarle otras nomenclaturas a las estrellas; hubo un piadoso cristiano que sugirió poner en el cielo constelaciones con personajes bíblicos, y uno más que sugirió poner las heráldicas de la realeza europea en el cielo, por fortuna estas propuestas no progresaron. Muy apenas si hemos conservado los hermosos y en ocasiones poéticos nombres con los cuales los árabes bautizaron a algunas estrellas. Pero llegará un tiempo en que el ser humano tenga las capacidades tecnológicas de abandonar su sistema solar y viajar entre las estrellas, descubriendo nuevos mundos. Entonces, nuevamente, trataremos de inmortalizar nuestra riqueza cultural en las esferas cósmicas que vayamos descubriendo. Y que bueno, pues cada nombre asociado a una luna, o un cráter, es un recordatorio de los que hemos sido, de nuestra historia y de nuestras creaciones. Un recordatorio para el "hombre cósmico" de donde provienen sus orígenes que lo llevaron a las estrellas.


    Bibliografía.

    1. "El Cerebro de Roca". Carl Sagan. Colección Biología y Psicología Hoy nº 4. Editorial Grijalbo. México, 1984.
    2. "Viaje extraordinario". Ron Miller y William K. Hartmann. Colección documento. Editorial Planeta. España, 1981.
    3. "El Nuevo Sistema Solar". Recopiladores J. Kelly Beatty y Andrew Chaikin. Colección ciencia básica. Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología. México, 1984.


    Páginas web recomendadas.

    Jesús Gerardo Rodríguez Flores.
    jgerardo@coah1.telmex.net.mx
    Sociedad Astronómica de la Laguna.
    Gómez Palacio, Durango. México.
    MegaCosmos, http://www.astrored.org/noticias/megacosmos

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